Hay un amor del bueno.
Un amor que te atrapa en cuanto lo alcanzas, quedando presa de una desconocida dulzura.
Con él te encuentras cada vez menos extranjera en tu propia piel. Más dueña de tus pisadas. Menos ausente de tu vida.
Es un terremoto que recoloca sentimientos. Una rebelión que devuelve esperanzas. Una ternura que repuebla desiertos.
Es un aliento interno que recarga la acogedora intimidad del propio corazón, dejando la razón en la retaguardia de la vida y el afecto a flor de mirada.