BIOGRAFÍA DE LA AUTOESTIMA
La Autoestima vino al mundo una auspiciosa noche muy cercana al remoto origen de los tiempos, siendo dulcemente acunada y firmemente sostenida por los mismos astros que la vieron nacer. Poseía pues, de manera innata, la conmovedora confianza de quien se sabe felizmente arropada por la fortuna.
Desde su origen se la vislumbró ya con gran temple, firme, sólida, con ese aplomo que sólo la dignidad otorga.
Se aceptó incondicionalmente desde el primer instante, experimentando así desde su más tierna infancia un inestimable respeto hacia sí misma. Reconoció en su esencia esa misma desinteresada aceptación que demuestra la rosa tanto por sus espinas como por su fragancia.
Floreció a su propio ritmo sin importarle el de los demás, pues sabiendo de su propia valía no necesitaba de la aprobación de nadie.
De esta manera, la Autoestima fue creciendo y engordando, luciendo un envidioso control frente a desafíos y adversidades. Su portentosa serenidad le confería ese halo de nobleza exclusivo de los grandes sentimientos.
Así pues, en estos extraños mundos donde la vertiginosa carrera por ganar, aparentar y competir hace de sus habitantes unos seres trágicamente confusos e inseguros, ella logra sin esfuerzo alguno mantenerse centrada y contenta, plácidamente atrapada en su propia dicha. Y es que la brillante percepción que tiene de sí misma es su faro, su guía infalible para transitar a través eras y universos.
Y ese es su codiciado secreto: acoger con gran alegría su propia naturaleza, incluyendo por igual defectos y virtudes. Se mantiene a salvo de la confusión y el caos abrazando de manera ecuánime aciertos y fallos, pues esta virtud le permite desplegar una actitud positiva y saludable frente a la caprichosa y cambiante realidad.
Conoce sus derechos y utiliza su imaginación. Cuida de sí misma y de los demás, iluminando las noches de aquellos que aún andan atrapados por las sombras del desafecto.
La Autoestima permanece segura aún en sus fallos, porque el amor no juzga. Acepta la crítica sin sentirse herida, porque el amor protege. No precisa competir con nadie, porque el amor iguala. Tampoco necesita de escudos ni disfraces, porque el amor desnuda. Y mucho menos encarcela a nadie, porque el amor libera.
Por eso la Autoestima lleva la vida despreocupada y risueña de quien se siente irremediablemente atrapado por el amor.
Rosaana B.