LA CONVICCIÓN
Era aquella una tierra poblada por personas indecisas. Por allí las gentes deambulaban algo confusas, atrapadas por un paraje en el que la neblina difuminaba no solamente el paisaje, también el entendimiento.
Las 12 horas disponibles entre cada amanecer y su debido crepúsculo se convertían día tras día en un campo de batalla hecho de búsquedas sin norte ni sentido. En el mejor de los casos, el vivir cotidiano se transformaba en un entretejido de sueños que volvían– con cada puesta de sol- de regreso al cajón de la mesilla de noche.
Y es que no había determinación, la indecisión rondaba por las esquinas y mantenía los ánimos arrugados. La gente andaba abatida, extraviada en un laberinto de recelos y temores.
Hasta que llegó Ella.
Y en la aldea se presintió que los días ya no serían los mismos. Una invisible brisa de esperanza elevó los ánimos, aliviando momentáneamente los corazones.
Algo importante estaba por suceder. Porque al dar su primer paso- una zancada potente, resuelta y decidida- ya se adivinó que ella no era de los alrededores. Provenía de un lugar remoto, y cargaba con un equipaje colmado de recios principios.
Y presentándose, habló así:
“Yo soy la Convicción.
Soy el territorio de cualquier victoria.
Sin mí, el paso es dudoso y el objetivo nunca permanece mucho tiempo a la vista.
Soy totalmente necesaria para conseguir la meta.
Soy inquebrantable por naturaleza.
Yo gano cualquier reto.
Yo abro caminos.
Yo sostengo el éxito en tu mente.
Yo custodio tu confianza.
Yo soy la que mantiene tu pensamiento en la dirección correcta.
Yo aparto tanto el peligro de la debilidad como la flaqueza que proviene de la fatiga”.
Y efectivamente, habiendo hablado de este modo, los aldeanos no acertaron más que a andar tras ella, sin sospechar cuál era la razón que los impulsaba a seguirla. Sin saberlo, iban en pos de ese poderoso y seductor magnetismo que procede de la certeza.
Y el alma del pueblo cayó- perdidamente rendida y fascinada- a los pies de la Convicción, convencida de que con ella todo sería posible a partir de entonces.
Porque es ella la que enamora a la conquista y la que conquista cualquier triunfo.
Rosaana B.