La auténtica grandeza reside en dar un paso adelante aún cuando el miedo al fracaso paraliza.

En seguir adelante cuando te falta el aire y la tristeza se apodera de tu pensamiento.

En no rendirse en los momentos más duros, cuando los fallos y las decepciones se asoman a cada recodo y el aliento amenaza con ceder.

La grandeza consiste en no dejar de hacer el último esfuerzo, aquel que separa el éxito de la derrota.

En mantener la luz de la fe encendida cuando alrededor crecen las tinieblas.

En atreverse a cambiar de rumbo la mirada y dirigirla hacia adentro, donde nace la verdadera fortaleza.

La grandeza está en revivir tu sueño cada día – día tras día – y modelarlo con la energía del amor.

En ser el líder de tu vida.

En hacer más caso a tus convicciones que a cualquier otra cosa en el mundo.

Consiste en no ponerte excusas ni pretextos en los momentos menos cómodos.

En levantarte con ánimo cada mañana aunque no sepas cómo continuar.

Aún con todo, mantienes la suficiente ilusión para darle alas a tus sueños.

«No es hora de abandonar» – me digo con cada amanecer.

Rosaana B.

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