LA MENTIRA DEL CUCO

 

Los relojes, agendas y calendarios, mienten sin saber.

Su tiempo no es real, aunque son fieles a sus fechas y estrictos al implacable paso de sus minutos.

Ellos no lo saben, pero están en misión de servicio, y a las órdenes de un alto cargo: La Eternidad.

Siempre he tenido la sospecha: no son los segundos los que corren. Aquí, los únicos que nos amontonamos somos nosotros.  Siempre he intuido que el tiempo es el que se mantiene, estático y complacido, admirando la gran obra de la creación.

El paso del tiempo es una triquiñuela del gran centro de ensamblaje de nuestros sentidos: el cerebro. Una argucia parece ser que necesaria, aunque incomprensible para la mayoría.

Por eso es que, en reposo, los minutos son más largos, porque ellos también se echan la siesta. Y en la quietud, las sensaciones se revelan más intensas, porque no son descafeinadas por las urgencias.

Por eso es que, a menos prisa, más Vida en la vida.

El tiempo es una grieta en la eternidad, un truco del universo, una ilusión que nos permite observar nuestros propios cambios.

Y digo yo que, cuando nos hayamos ido, será la Eternidad, enfundada en su disfraz de tiempo, la que permanezca aquí, con cara de no haber roto un plato, sonriendo maliciosamente desde las mismas orillas de la infinitud. Y si no, al Tiempo.

Rosaana B.

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