SOCIOS DE TRAVESÍA
El ajetreado tránsito por la vida va sembrando nuestro camino de un entretenido entramado de colegas y personajes.
Algunos suelen llegar con el primer día de colegio, y desde esa temprana hora van más o menos al incierto compás de los acontecimientos de nuestra vida.
Otros permanecen escondidos detrás de una decepción gris y torcida; y al vernos abatidos por la derrota salen a nuestro encuentro, generosos en el aliento y rápidos en el abrazo.
Puede ocurrir que lleguen para compartir una andanza puntual o bien para quedarse una dilatada etapa -compaginando alegrías y sinsabores -participando agitadamente de nuestras peripecias. Los hay también que entran por la puerta de atrás, silenciosos y prudentes; sólo te levantan y te devuelven el equilibrio.
A unos los llamamos colegas; a otros simplemente conocidos.
Algunos pueden transformarse en adversarios o en eternos rivales. Los hay también que se convierten en amigos del alma o en improvisados maestros. Y van así desfilando por nuestra realidad: apareciendo unos, partiendo otros.
A los que representan el papel de adversarios, se les debe honrar con el honor de una lucha noble, puesto que son necesarios para que podamos poner a prueba nuestras convicciones y nuestro coraje.
Sean amigos del alma o eternos rivales, todos fondean en nuestra vida con una misión sagrada: compartir parte del camino con nosotros.
Son nuestros valiosos, eficaces e inestimables socios de travesía.
Rosaana B.